Por Fabiola Santiago
“Es la forma de vida más plena que he experimentado”, dice Mabel Cadena sobre la actuación. Vestida de corset o luciendo el cabello casi a rape, la mexiquense presta su piel y sus ojos rasgados a las mujeres que interpreta. Ya sea en una mansión de inicios del siglo XX o en un barrio de la periferia en los años 80, la actriz presta su energía a las historias que cuenta.
El sueño para casi cualquier histrión es interpretar un rango amplio de personajes. Mabel lo está cumpliendo y, en este momento de su carrera, puede decir con satisfacción que ha sorteado el destino de otras mujeres a las que se les encasilla en un rol. El panorama se está transformando.
Para ella no había otra opción más que ser actriz. Tras formarse en la escuela de actuación CasAzul, participó en series como Capadocia (2012), Ingobernable (2017) y Monarca (2019). Ahora es una de las figuras destacadas del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), pues protagoniza dos de las películas a estrenarse en la edición de 2020. En entrevista, Mabel traza la ruta que la llevó a ponerse en los zapatos de Amada Díaz en El baile de los 41 (David Pablos, 2020) y de Ramira en La diosa del asfalto (Julián Hernández, 2020).

Lumínicas: En estas películas interpretas a dos personajes que pueden parecer muy distintos por estar en épocas y contextos diferentes; una viene de un barrio y la otra es la hija del Presidente Porfirio Díaz, con ciertos privilegios. Aun así, las dos pasan por opresiones, una por clase y otra por una cuestión racial. ¿Qué nos dice esto de las mujeres en nuestro país?
Mabel Cadena (MC): Para empezar, si lo planeo no me sale. No creo que hubiera podido tener la oportunidad de interpretar a mujeres tan maravillosas en épocas distintas y que, finalmente, ambas son biográficas. Ahora mencionaste algo respecto a los privilegios y es muy curioso porque a Amada Díaz la retomamos desde un lugar en el que el único privilegio que tenía era el de ser la consentida de su papá. De ahí en fuera es una mujer con ascendencia indígena, la “bastarda”, la hija de una soldadera que se va con su padre para tener una vida mejor. Pero en la película intentamos tocar estos rasgos en los que no es la típica mujer de sociedad, está conectada con la naturaleza, y si la pones en un círculo social de mujeres, las mismas mujeres la rechazan por su color de piel. Tratamos de no dejar fuera eso que hasta el día de hoy es parte de la sociedad mexicana.Con La diosa del asfalto sucede algo parecido. No estamos acostumbrados a ver en la pantalla grande a tantas mujeres, para empezar. Mujeres cuya vida no gira alrededor del amor, ni del hombre, o que vienen de un barrio como del que vienen. Nada más de escuchar cuando las guionistas (Inés Morales y Susana Quiroz) tienen la oportunidad de contar esta historia y de su necesidad de crearla, yo siento que como actriz ya se logró algo. Porque también es muy difícil que se le dé poder, voz y un voto de confianza y de fe a mujeres como Susana e Inés para realizar películas como la nuestra. Llevan 10 años intentando levantar esta película, porque les dijeron muchas veces que no. Porque las mujeres parecían heroínas; y es que eso somos, somos unas guerreras.
La verdad es que interpretar a estas mujeres de épocas tan diferentes, con tanto tiempo de distancia siendo una mujer contemporánea, invita a una reflexión muy grande. Porque, ¿cómo somos vistas las mujeres? ¿Y cómo somos vistas las mujeres mexicanas morenas? ¿Y cómo somos vistas las mujeres mexicanas morenas con rasgos indígenas? No ha cambiado nada.

L: Eso me vino a la mente al ver estas películas. Recuerdo crecer sin ver a actrices con las que me pudiera identificar en papeles principales, pero ya hay otras opciones en pantalla. ¿Cómo ves el panorama actualmente para las actrices?
MC: Yo veo un panorama alentador. Si soy honesta, no se me han cerrado puertas. Quizá sí estuve a punto de ser encasillada, pero en ese momento tuve que tomar decisiones como actriz para intentar salir de los lugares en los que me estaban metiendo, que eran personajes de carcelera, de sicaria, de boxeadora. Yo quería interpretar a diferentes mujeres con diferentes calidades energéticas. Creo que es difícil que, por ser una mujer con ciertas características, tienes que convencer a muchas personas de que la historia que estás contando vale la pena. Pero he sido afortunada.
L: Me gusta que hables desde un lugar más esperanzador para mujeres que quieran dedicarse a esto. ¿Qué crees que ha cambiado para que sea posible? ¿Qué hace falta cambiar para tener representaciones más justas?
MC: Lo que creo es que falta riesgo. Falta que hombres y mujeres tomen el riesgo de contar más historias que no se vayan a lo obvio. Por ejemplo, El baile de los 41, más allá de lo evidente -que es que se retoma un hecho histórico, una redada de homosexuales en donde había 42 hombres-, para mí habla de seres humanos complejos, con emociones abismalmente diferentes. Ser mujer en esa época era complejo, más siendo una mujer que no conectaba desde las costumbres de una sociedad de nobleza en la que eras orillada a aprender piano, a bordar, a tener hijos. Y cuando le quitas todo esto a esa mujer y le rompes el corazón, la dejas sin realización. ¿Y dónde quedan las esperanzas de ser mujer en una época así?
L: Por el contexto y la época, estas películas cuentan con un diseño de producción y vestuario muy particulares. Hablando de una parte más gozosa de ser actriz, ¿cómo recuerdas los primeros días de rodaje en estos proyectos?
MC: Híjole… ¡Yo no sé si lo gocé tanto! La diosa del asfalto era mi primera película. Yo creía que no iba a hacer cine en toda mi vida y al fin estaba cumpliendo eso, así que no quería fallarle a Ramira. Recuerdo que el primer día estuve con mis audífonos toda la mañana antes de grabar, escuchando los diálogos que grabé con mi coach de voz, Ortos Soyuz. Desayuné sola sin escuchar a nadie para no perder el tono y recuerdo que hasta un mes después no salí de mi casa para no salir de la ficción. No quería que nada entrara o saliera energéticamente, nada que no tuviera que ver con nuestra película.

Para El baile de los 41 tuvimos cuatro meses de preparación. Estuve aprendiendo piano, caligrafía, a bordar, y tomando clases para montar a caballo, para una escena que creo que al final no va a estar en la película. Pero recuerdo que en esas clases tenía que usar corset todo el día, todos los días. Estuve casi seis meses con ese corset y fue un reto brutal, porque a eso súmale el vestido que pesa alrededor de 10 kilos, más las botas, más que no sé qué me pasó… porque yo filmé casi toda la película en la casa de Ignacio y Amada, y veía a Alfonso (Herrera) en los breaks, y me provocaba mucho coraje, a nivel de personaje. Y no salía de esa energía, porque nuestras escenas son muy intensas y los dos nos enganchábamos para darle toda la tensión a las escenas, que fueron sumamente violentas. Entonces sí, ambas películas fueron un reto.

Mabel Cadena continúa con personajes que mueven su energía hacia rangos diversos. Actualmente está por comenzar proyectos con Amazon y Disney, con temas que considera urgentes de desarrollar. “Estoy por interpretar a una periodista, que me trae vuelta loca”, comparte sobre uno de sus próximos planes. Después de su proyección en el FICM, El baile de los 41 se estrenará en cines el 19 de noviembre.
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Fabiola Santiago Padilla. Reportera y crítica de cine. Hago preguntas y escribo historias reales y fantásticas. Investigo sobre entretenimiento, cultura, y las representaciones de las mujeres y de las diversidades en la pantalla. Veo películas y las comento.
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