El origen: Iliana Pichardo

Por Iliana Pichardo Urrutia

El último libro que la cineasta belga Chantal Akerman escribió se titula Mi madre ríe, y lo publicó antes de morir en 2015. En él, como en muchas de sus películas, siempre vuelve a un personaje: su madre.

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“La vieja cría se preguntaba que si su madre desaparecía, no habría ningún lugar a dónde volver. La cría en la adolescencia había vivido desenfrenadamente, luego en la edad adulta nada le importaba pero sabía que siempre podía volver a casa de su madre. Cuando la cría llegaba, siempre exhausta de la vida adulta que no lograba vivir, se acostaba sobre el diván y dormía unas horas. Después, con menos cansancio, comía.

La cría es ella, soy yo.”[1]

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Lau me manda en un Uber este libro de portada verde agua. Últimamente todo lo que escribo tiene que ver con el agua. Últimamente, todo lo que escribo tiene que ver con mi madre.

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Yo también me siento exhausta con la vida adulta. Soy mamá de una niña y de un niño, pero a veces soy más esa cría que se pregunta si existe un lugar a dónde volver.

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Intento encontrar una traducción en español a la palabra mothering. La RAE reconoce crianza, que se define como la acción y efecto de criar. También existe maternidad, cuya definición es estado o cualidad de madre. Pero en ambas palabras se me escapa algo. En la psicología se utiliza la palabra maternaje. Encuentro que ésta última podría ser la gemela de mothering:su significado conlleva un transcurrir, una acción que apunta a navegar hacia otra condidición.

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Si el lenguaje pudiera describir de un modo justo la palabra maternaje, sería un poema: A Mother´s Love, de Nayyirah Waheed. Lo escribió para Afeni Shakur, líder de las Panteras Negras y para el rapero, Tupac Amaru Shakur, su hijo. En el poema, Waheed también habla de la muerte de Tupac, que fue asesinado en Las Vegas en 1996 tras un tiroteo callejero. La madre huele su destino en su sudor, en su cuerpo que ha crecido grande como una casa. Por eso teje unas alas asegurándose que sean lo suficientemente cálidas para este mundo. Su invierno.

mothering. is a poetry.
an articulate.
terrifying.
ardous.
blinding. poetry
.[2]                                                                  *

Volver a la primera persona que nos nombra.

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La escritora Mary- Kim Arnold pierde su lengua materna, el coreano, al ser adoptada a los dos años por una familia estadounidense. En su libro Litany for the Long Moment, explora la conexión entre lenguaje e identidad. Solo hasta que su madre adoptiva muere, Arnold encuentra el espacio en su cuerpo para rastrear a su primera madre, la biológica: “Quiero creer que cargo Corea conmigo, en mi sangre y en mis huesos. Que mi cuerpo recuerda algo de mi madre, de mi primer hogar.”[3]

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El cuerpo de una niña y un niño pequeño duermen, el silencio de sus voces se estira hasta la madrugada en que escribo, entre los intersticios sin luz. Aprovecho este tiempo sin ruido para trazar los límites de mi mapa. En un año de pandemia y aislamiento, el tiempo se ha vuelto líquido. Mi paciencia es líquida. El eco de mis gritos y regaños retumba durante más segundos: el agua es mejor conductor del sonido que la tierra sólida.

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Hace un año comencé a levantarme a las cinco de la mañana para encontrar el tiempo para trabajar. Además, en enero comencé una maestría que venía planeando desde los tiempos en que no tenía hijos. Una ironía que por fin haya decidio empezar en el transcuro del año más difícil y apocalíptico de todos.

El maternaje también es dejar las cosas leudando, como una masa que espera a ser amasada en la primera oportunidad.

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Desde hace muchos años siento que mi vida es una larga lista de pendientes. En las noches me da angustia pensar que esa lista me sobreviva, algo así como las uñas, que se rumora que siguen creciendo a pesar de que el corazón se haya detenido.

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En la Cronología del agua, la autora Lidia Yuknavitch aglomera imágenes que conforman su memoria. La vida es eso, un conjunto de fragmentos caóticos “que podemos ordenar para narrativizar el miedo”[4].

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Lidia Yuknavitch es escritora, y es nadadora, y es una mujer que perdió a su primera hija al nacer. A pesar de que narra sus adicciones, sus afectos, su sexualidad, su construcción como escritora, el final del recorrido termina en su madre. “No fue una buena madre”, dice Yuknavitch, “nunca nos salvó de mi padre, y nos enseñó cosas que nos hemos tardado una vida en desaprender”. Sin embargo, “todavía puedo verla dentro del coche esperándome a que termine mi práctica de natación cada mañana a las cinco a.m., con su abrigo gris de invierno, oliendo al vodka de la noche anterior. Como sea que fuere, ella estaba ahí, esperándome. ¿Qué pensaba mientras me esperaba en la oscuridad?”

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El lenguaje es una metáfora de la experiencia, dice Lidia Yuknavitch.

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Mi hija habló muy rápido. A los siete meses, ya saludaba con su manita y decía “hola”. Mi hijo, en cambio, fue todo movimiento y ninguna palabra. Tuve que esperar a que cumpliera dos años para que por primera vez me llamara m-a-m-á. Ahora lo repite todo el tiempo.

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¿Qué era yo en su cuerpo antes de que pudiera pronunciarme?

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El lenguaje organiza al mundo. El lenguaje nos crea. Arnold decide recuperar su lengua materna para llegar al origen de su búsqueda: “Si aprendiera las palabras justas para madre, deseo, amor / quizás entonces podría recuperar algo de lo perdido. / Me temo que es pedirle mucho a la sintaxis.”

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Mi abuela perdió a su mamá cuando tenía ocho años. En mil novecientos treinta y siete las mujeres se morían por causas como un embarazo extrauterino. La ausencia materna se le coló en los huesos.

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¿Cómo es que las mujeres cargan mundos? Pregunta Lidia Yuknavitch. Nuestro cuerpo es una metáfora carnal de toda la experiencia humana.

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También escribe esto: [Mi madre] Dio a luz una oscuridad imperdonable dentro de nosotras para siempre.

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En el coche, jugamos a imaginar animales según la forma y el color de los autos. ¿Nosotros en qué viajamos?, pregunta mi hija. Yo le digo que avanzamos sobre una ballena gris.

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Mi hija y mi hijo crecen entre mis recovecos. Entre la impaciencia y los minutos en que me dejo estar y suelto.

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Le escribo a Silvia contándole de la ansiedad que me dan los días en que siento que casi no estuve con ellos. Me contesta: No te preocupes por los niños que crecen a tu lado cada día, entre tus olores, tus mimos, tu mirada, tus explosiones y tus sonrisas. Con eso les basta, no habrá reclamos.

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¿Cómo se guarda en la memoria el pasado?

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Chantal Akerman escribe sobre los primeros recuerdos que tiene de su madre joven: “Yo la amaba tanto. Su juventud, su belleza, sus vestidos. Sobre todo uno de verano con líneas anchas doradas y naranjas. Resplandecía.”

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Yo también tengo recuerdos de mi mamá joven. La única vez que tuvo el pelo muy largo fue cuando yo estaba chica. Todavía puedo verla cepillándose junto a la ventana, con el sol entrando a ese cuarto de color ámbar, en aquella primera casa que habité.

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¿Por qué me estás filmando? Pregunta Natalia, la madre de Chantal Akerman, en su último documental No Home Movie (2015). Yo filmo a todo el mundo, mamá, especialmente a ti que a otros, le contesta. La madre camina por una habitación que tiene la puerta entre abierta. El ojo de la hija la mira. Un rayo de luz sobre una planta, una silla, sola.

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Cuando su madre murió, ¿Akerman supo que no habría ningún lugar a donde volver?

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Chantal Akerman tenía sesenta y cinco años cuando terminó con su vida. Su última película y su último libro hablan de su madre.

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Volver al origen. Escribir sobre la madre: la que existe, la que ya no existe, la que nunca conocimos. La madre presente, la madre ausente, la primera palabra, la primera voz que nos nombra.

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Escribir  sobre ella es volver a una instancia previa al lenguaje, al océano que nos contuvo dentro. El origen es una playa borrada de un mapa al que nunca se puede regresar del todo. Igual que la memoria que no se vuelve a habitar. Solo se rescatan fragmentos que se ordenan intentando encontrar un sentido. Pero la simple búsqueda de ese rastro ya es algo. Es el camino de regreso para entender la quebradura que nos expulsó del agua, del primer cuerpo.

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 La madre como el origen de toda historia, de todo lenguaje, de todo principio: la primera casa.


[1] Mi madre ríe, Chantal Akerman. Mangos de Hacha (2020)

[2] maternaje. es poesía./ una articulada./ aterradora./ ardua./ cegadora. poesía.

[3] Litany for the Long Moment, Mary-Kim Arnold. Essay Press (2018).

[4] The Chronology of Water, Lidia Yuknavitch. Canongate Books (2020).

Iliana Pichardo Urrutia (1980), escribe guiones, poesía y no ficción.
Es cofundadora de Buñuelos Comunidad Creativa donde
realiza proyectos audiovisuales y editoriales.
Actualmente estudia la Maestría Bilingüe en Creación
Literaria en la Universidad de Texas en El Paso.

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