Crítica de ‘Titane’: Las afectividades post humanas

Por Aylin Colmenero

A veces, si tenemos suerte, el cine se apodera de nuestros cuerpos, la máquina se apodera de nosotrxs, somos parte del dispositivo. En ocasiones lloramos por el/la protagonista, nuestros asientos se mueven o el sonido nos envuelve; sin embargo, hay ciertas películas que se adueñan del cuerpo de otra manera. Puedo decir, sin dudarlo, que cualquiera que haya visto las escenas de Julia Ducournau ha sentido cómo su cine le enchina la piel y le cala hasta el hueso.

Después de Titane (2021), unx sale de la sala agradecidx porque no le  han roto la nariz y sigue con la piel completa. Que quieras salir rascándote hasta sangrar definitivamente es el sello característico de Ducournau, una sensibilidad corpórea magistral. Entiendo por qué la cinta ganó la Palma de Oro, en el Festival de Cannes, y me pregunto —visto desde la literatura—, ¿qué habrá sentido el público cuando terminó de leer por primera vez Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley? Una monstruosidad que te encara con la vida y la muerte, probablemente me sentí igual al terminar de ver esta película. 

Tanto en Voraz (Grave, 2016) como en Titane, con la violencia, la sangre y la transgresión al cuerpo que se ven en pantalla, Ducournau le da una lectura fantástica y terrorífica al presente, cuestionando nuestras construcciones sociales de familia o género y, lo más espantoso, poniéndonos de frente a nuestra propia humanidad.

Pero, más que una versión moderna del Monstruo de Frankenstein , la protagonista Alexa es más cercana a unx cyborg o incluso aún más a unx post-human. Algo más adecuado a nuestros tiempos, una apariencia andrógina y la máquina apoderándose del cuerpo. Rescato la definición de Donna Haraway en El Manifiesto Cyborg (1985):

«El cyborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción.»

Subrayo eso de «realidad social y también de ficción», porque, ¿cuántas veces no hemos visto en la ficción la transgresión al cuerpo femenino? Un reflejo narrativizado de la realidad. Desde la literatura hasta el cine clásico, falsas Marías y sensuales replicantes, que son una muestra del dominio tecnológico que vivimos en nuestros cuerpos. El alquiler de vientres como realidad es tan cercano a la muñeca autónoma o a la malvada androide que vemos en el cine.

Lo común entre la mirada masculina sobre nuestros cuerpos es la desvinculación de los mismos, un acercamiento sexual para el placer de los hombres, una Cenicienta contemporánea como objeto de control y dominación del hombre blanco al cuerpo femenino. Historias que además perpetúan la heterosexualidad obligatoria y una imposición del género binario con personajes hipersexualizados.

Sin embargo, la ficción puede ser un arma de doble filo. Por un lado nos muestra sus deseos y fetiches; por otro, nos revela sus miedos más profundos. En esa categoría trabaja la directora, revelando los instintos naturales de lo artificial, cuestionando lo que vemos en pantalla: ¿es realmente fascinación o terror?

El acoplamiento entre organismo y máquina que se nos muestra desde el inicio de la película, la placa de titanio que acompaña la cabeza de Alexa, hasta un piercing en el pezón, nos hace cuestionarnos qué tanto podemos modificar la naturaleza de nuestros cuerpos. ¿Qué tan artificial es nuestra sexualidad o nuestra maternidad? y, sobre todo, ¿en función de qué se dan estas modificaciones?

Titane. Cine Caníbal

Ducournau pone en pantalla que nada es natural, ni en el cuerpo ni en la sociedad. Para aquel público que es un poco más anticuado, la película puede llegar a ser salvaje en cuestionar la naturalidad social de género y la familia. Una balanza entre la sexualización de una edecán y la masculinidad de un bombero.

Alexa (o Adrien) trasciende la conceptualización de mujer artificial o mujer de titanio para mostrarnos un cuerpo sin género que lucha con una maternidad no deseada, producto de lo que podría ser una alegoría sobre la violación al puro estilo divino, una concepción de nuestro nuevo dios.

Una muestra de que no siempre se quiere ser madre y a veces tampoco se quiere ser hija. Un juego familiar forzado en el que vive Alexa durante el primer tercio de la película cuando parece soltarse un poco y encuentra su identidad en los brazos de un nuevo padre, una relación codependiente que mantiene a la mentira como espacio seguro.

En Titane se ve el nacimiento de este nuevo monstruo híbrido, que nos da terror pero nos fascina, un nuevo cine fantástico en donde el leitmotiv sea encarar nuestros miedos elementales. 

Aylin Colmenero (1997). Comunicóloga y feminista. Busco la
resignificación de espacios cotidianos a través de la palabra
y la lente. Investigo sobre cine, mujeres, viajes en el tiempo
y naves espaciales. Mi lugar feliz es una sala de cine.

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