Por Diana Valentinez
Me habría gustado decir que estuve presente desde la primera edición de OaxacaCine, pero la realidad es que llegué a partir de su sexto aniversario. Asistí a mi primera función muy probablemente gracias a las recomendaciones de una amiga cinéfila, una amiga que quiere al proyecto tanto como yo.
La pantalla del Teatro Juárez proyectaba una película de Lucrecia Martel: Zama (2017). Al finalizar la función, Daniel Giménez Cacho se presentó para compartir sus experiencias durante la filmación y para responder las preguntas de una audiencia que llenaba la sala. Mi primer Q&A después de una función, mi primer acercamiento al trabajo de Lucrecia Martel, mi primera película fuera de una sala comercial, mi primera vez de muchas otras en OaxacaCine.

Afortunadamente ese día yo no iba sola, iba acompañada de mi mamá, mi compañera constante de cada función, y el camino de regreso a casa se fue en hablar de nuestras opiniones, emociones que nos habían causado ciertas escenas y sobre la charla posterior a la película. Algo que no habíamos hecho con alguna otra película, al menos no en la misma medida y con el mismo entusiasmo.
Ahora puedo decir con seguridad que ese fue un momento importante para comenzar a reconstruir mi propia idea de lo que es el cine. El cine se extiende a la reflexión de lo que vi y, si bien estas reflexiones pueden hacerse en solitario, la creación de espacios para acompañar estos momentos siempre serán necesarios.
Desde ese día disfruto ver y compartir el cine rodeada de la comunidad que forma este proyecto. Por alguna razón encuentro en las formas de relacionarse de la audiencia cierta familiaridad y calidez y, sobre todo, encuentro mucha diversidad en ella. La cartelera siempre ha sabido responder a esa diversidad. Y justo esta cualidad inevitable me ha permitido llegar a películas tan distintas en historias, en sus formas, en su origen, en miradas. Hay películas que me hicieron ver que las líneas geográficas que habito me son más desconocidas de lo que creí (La negrada); que los recursos y formas para hacer cine son infinitas (La casa lobo); que el cine de medio siglo atrás me puede sorprender tanto como el de ahora (En la palma de tu mano y Días de otoño); y que, con la suficiente atención a nuestras propias historias, nos daremos cuenta que hay muchas cosas que pueden y merecen ser contadas (M).
Celebro que en OaxacaCine encuentro un espacio que me acerque a este tipo de contenido y que me permita seguir explorando, pensando y sintiendo el cine. Un proyecto que también celebro por los esfuerzos que ha hecho durante 10 años para mantenerse en pie en conjunto con la audiencia. Donde incluso una pandemia no ha detenido las formas de exhibición y donde el público sigue estando en la disposición de llenar, en la medida de lo posible, una sala. Si estas formas de resistencia no hubieran sido posibles, ahora este proyecto no estaría llegando a públicos y lugares nuevos. Pienso en los primeros encuentros que seguirá teniendo tanto la audiencia nueva como la actual a través del cine, a través de OaxacaCine. Pienso en la cantidad de historias, como la mía, que se han sumado y seguirán sumando en los próximos años. Cuál es el cine que más recordamos, cuál es el cine que nos toca.
Conoce más: Isabel Rojas: 10 años de OaxacaCine.
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Diana Valentinez. Estudié una carrera en Idiomas y en el cine encontré un lenguaje que me gusta analizar e interpretar.
Hablo mucho de cine y de mi gusto por el francés.
Mi sueño: hacer un documental, traducir un proyecto audiovisual y recorrer algunos sitios parisinos donde actuó Audrey Hepburn.