Crítica ‘La hija oscura’: poder seguir viviendo

Lee un texto sobre la ópera prima de Maggie Gyllenhaal y protagonizada por Olivia Colman: La hija oscura.

Por Rebeca Jiménez Calero

Cuando vi Las horas (Stephen Daldry, 2002) en su estreno hace ya casi 20 años, salí profundamente conmovida al ser testigo de las historias de tres mujeres que, viviendo en épocas distintas, tenían que cumplir con los mandatos que la sociedad y sus familias les imponían al tiempo que luchaban  contra la infelicidad que esto les producía. En el filme basado en la novela de Michael Cunningham, quien más simpatía y compasión me despertó fue el personaje de Laura Brown interpretado por Julianne Moore. Laura, ama de casa suburbana de 1951, tenía todo lo que siempre nos han dicho que es necesario para ser feliz: un esposo trabajador y cariñoso, una casa bonita  y un hijo hermoso, y aun así toma la decisión radical de abandonar a su familia. En algún momento, varias décadas después, Laura confiesa no estar arrepentida de lo que hizo y dice sinceramente que su condición como madre y ama de casa la estaba matando; ella prefirió vivir.

Acostumbrada a las narrativas en las que las madres son seres que renuncian a ser ellas mismas en pos del bienestar de sus hijos y aceptan con abnegación todo el sufrimiento que eso deriva, ver a un personaje como Laura Brown me provocó una especie de cisma que me hizo replantear cómo percibía la maternidad, sobre todo porque caí en cuenta de algo: al finalizar el filme no sólo no juzgaba la decisión de Laura sino que la entendía. Y a partir de ese momento siempre me han parecido fascinantes los personajes que viven la maternidad de maneras no idealizadas, porque los encuentro más humanos, más reales y más cercanos.

Algo similar me sucedió con La hija oscura (2021), primer largometraje de Maggie Gyllenhaal como directora en el que ella adapta la novela homónima de Elena Ferrante. La película es bastante fiel a la fuente original, con la excepción del cambio de nacionalidad de los personajes y de un par de detalles en los que me parece que la directora optó por una actitud menos confrontativa y un final más optimista para Leda, su protagonista. Abordaré estos cambios un poco más adelante.

Olivia Colman como Leda en La hija oscura. Cortesía: Netflix

La premisa tanto en la novela como en la película es la misma: Leda es una mujer de 48 años, profesora de Literatura Comparada que decide pasar sus vacaciones de verano en una casa alquilada a las orillas del mar Mediterráneo. El primer día que Leda va a la playa se encuentra prácticamente sola dentro del agua y su cuerpo es captado en planos cerrados, otorgando así una sensación de proximidad con esta mujer que parece estar disfrutando cada momento de su estadía en ese lugar.

Al poco tiempo su atención se concentra en las recién llegadas Nina, su pequeña hija Elena y la muñeca de ésta última. Las tres conforman una especie de árbol maternal cuyas ramas alcanzan los recuerdos de Leda con sus propias hijas. Uno de estos flashbacks se centra en la muñeca favorita de Leda, quien amorosamente se la cede a una de sus hijas, quien termina maltratándola y olvidándola. ¿Es este recuerdo doloroso el que motiva a Leda a robar la muñeca de Elena y causar un caos en su familia? ¿Se trata de una herida jamás sanada que involucra un rechazo a cierta maternidad? En todo caso, esta acción sirve para cerrar un círculo y formar un nuevo vínculo con Nina, a quien termina contándole cómo hace años tomó la decisión de abandonar a sus hijas.

La revelación de la decisión de Leda es uno de los cambios que realizó Gyllenhaal al adaptar la novela de Ferrante. En ésta última Leda, Nina y Rosaria (Callie en la película) se encuentran en una juguetería y, tras una pataleta de Elena, Rosaria le pregunta a Leda si sus hijas se comportaban igual y ella, para desconcertarla -y castigarla por su comportamiento condescendiente-, le confiesa tranquilamente que no lo recuerda porque las dejó cuando tenían seis y cuatro años. Rosaria le pregunta por qué lo hizo y Leda simplemente dice que fue porque estaba muy cansada y volteando a ver a Nina le dice: “En ocasiones hay que huir para no morir”. Esta frase de la novela me remitió completamente a la explicación de Laura Brown en Las horas: la maternidad que estaban viviendo ambas mujeres les estaba provocando una especie de asfixia y por eso se fueron, para poder seguir viviendo. Me llama la atención que la directora haya preferido cambiar este momento de revancha por parte de Leda por una especie de mareo que sufre el personaje para trasladar la confesión casi hacia el final, cuando Nina le pregunta a Leda a qué se debió ese malestar y es cuando ella le cuenta lo que hizo, un poco entre lágrimas, pero también aceptando que estar lejos de ellas se sintió increíble.

Dakota Johnson como Nina en La hija oscura. Cortesía: Netflix

Aunque este punto de inflexión en la historia se presenta de manera distinta y en tiempos diferentes en la novela y en la película, no creo que cambie en esencia. Leda es una mujer que no se sentía a gusto siendo madre, al menos no en ese momento de su vida y reclamó para ella el espacio que necesitaba.  Y aunque más tarde regresa, lo hace por motivos que ella misma define como egoístas, porque las extrañaba. Sin embargo, no creo que exista ni en la novela ni en la película algún viso de culpa en esta acción; puede que la sociedad la condene, pero Leda decide no castigarse a sí misma. Ella está segura del amor que siente por sus hijas, lo que sucede es que no las ama de la forma en que la sociedad espera que una madre lo haga: de manera entregada, sacrificada, abnegada. Por eso, en la primera parte de la película, en lugar de decirle las trilladas frases de lo maravillosos que son los hijos a quien está a punto de ser madre por primera vez, Leda le dice a Callie una verdad innegable: “Children are a crushing responsibility” (“Los hijos son una responsabilidad apabullante”).

En última instancia, creo que The Lost Daughter (2021) habla de la necesidad de reclamar nuestra propia existencia cuando hay situaciones en las que ésta puede estar en riesgo de ser borrada, como cuando una mujer se convierte en madre de alguien más y esa nueva persona pareciera inadvertidamente ocupar todo su ser, hasta que termina por absorberlo por completo. Por ello me gusta mucho la escena del cine cuando un grupo de adolescentes irrumpe en la sala mientras Leda intenta disfrutar de la proyección, porque hasta en esos momentos que parecen triviales ella defiende su espacio y, curiosamente, es el único momento en la película en el que la vemos perder los estribos. “No soporto que me molesten mientras veo una película, aunque sea mala”, se lee en la novela de Elena Ferrante. Y creo que reconocer esas molestias, esos malestares y hacer algo al respecto es no sólo un derecho, sino una necesidad para sentirse viva, desde las situaciones más triviales y cotidianas como ir al cine hasta las más importantes y definitivas como convertirse en madre.

Mencioné también que Maggie Gyllenhaal cambió el final de la novela. En esta, tras ser herida por Nina, Leda comienza a empacar sus cosas y recibe una llamada de sus hijas que le preguntan por qué ni siquiera les ha hablado para decirles si está viva o muerta, a lo que Leda responde: “Estoy muerta, pero me encuentro bien”. En cambio, al final del filme regresamos al inicio de éste, cuando vemos a Leda desfallecer en la arena, y es al día siguiente que vemos la llamada de Bianca y Martha y ante la pregunta de si estaba muerta, Leda responde: “No, en realidad estoy viva”. No he leído cuál fue el motivo por el cual Gyllenhaal cambió el final de la historia de Leda, pero quiero pensar que lo hizo con la intención de darle un mañana -literal y metafóricamente. Sí, la maternidad y la manera en que ésta se vive puede ser dura, pero, después de afrontarla y sentirse en paz con una misma, puede ser también un motivo para seguir viviendo.

Rebeca Jiménez Calero. Estudió Ciencias de la Comunicación
en la UNAM, donde actualmente imparte clases
en el sistema abierto y a distancia. Desde hace
varios años se dedica al subtitulaje de películas para festivales.
Le interesa el cine de horror y la representación de las
mujeres en los medios audiovisuales. También
ama la fotografía, los viajes y el béisbol.

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